martes, 29 de diciembre de 2009

UN ESTUDIO EN ESCARLATA

UN ESTUDIO EN ESCARLATA

Jerry

Sir Arthur Conan Doyle creó un personaje de ficción que ha trascendido en el tiempo: Sherlock Holmes.
Holmes era un detective privado que tenía especiales dotes para el razonamiento. La primera novela en forma donde aparece este personaje se llama precisamente "Un Estudio en Escarlata" y trata sobre la forma en que se conocen los dos principales actores de esta saga: el propio Sherlock Homles y el Dr. Watson.
En uno de los pasajes de la novela, el Dr. Watson-que aún no sabe a qué se dedica su compañero de hospedaje-, intenta adivinar cuál es el objeto de su interés. Sin embargo, por más esfuerzos que hace, no llega a una conclusión acertada. Nota por ejemplo que a Holmes le interesa la química analítica, el estudio de las plantas, tiene grandes conocimientos de historia y es además una hemeroteca ambulante.
Por el contrario, carece de conocimientos tan comunes, como el hecho de que la tierra es redonda y la luna es su satélite.
El velo de misterio se desvela para Watson cuando el propio Holmes le confiesa que es un detective consultor, el primero de su tipo y que su interés se centra sólo en los conocimientos que le son de utilidad, es decir, todo lo relacionado con la investigación criminal.
Conan Doyle creó un personaje impensable para su tiempo. Si pudiésemos equipararlo con algún héroe actual sería algo así como Supermán o el Hombre Araña.
Podía deducir, de un solo vistazo y en base a detalles mínimos, qué había comido su interlocutor, qué había hecho en las últimas horas, cuál era su oficio, etc.
En otra de sus novelas, Holmes explica al incrédulo Watson cuál es la base de su método deductivo: tras analizar el problema, forma una cadena de acontecimientos hacia atrás, descartando aquellos hechos inverosímiles o poco probables, hasta llegar a conocer su origen.
Este método deductivo se opone al inductivo que casi todos utilizamos, acostumbrados a pensar hacia adelante, es decir: un primer suceso que genera otro y luego otro, hasta llegar al final.
Por el contrario, Holmes veía el final y enlazando los eslabones, llegara a la respuesta. De ahí el efecto teatral y casi mágico que los lectores captaban cuando leían cualquier novela del más famoso detective de ficción del mundo.
La aportación de Conan Doyle casi tuvo la misma importancia que la de Lavoissier, con su método científico.
Casi para finalizar el siglo XIX, sentó las bases para la ciencia criminalística moderna y hoy en día muchos de los métodos propuestos por Conan Doyle siguen utilizándose en los laboratorios de las principales policías del mundo.
Sin embargo, una de las ideas más brillantes fue la discriminación de ideas, hechos, afirmaciones o teorías fuera de lógica.
Si bien, el personaje llamado Sherlock Holmes tenía una mentalidad fría y lógica, en la vida real, su creador, Sir Arthur Conan Doyle era más bien propenso a creer en la charlatanería, específicamente en el espiritismo.
La dicotomía Doyle-Holmes es el espejo de un mundo que ha cambiado poco desde el surgimiento de los primeros pensadores: por un lado, el misticismo, la religiosidad presentes en todos los ámbitos y por otro, el interés por descubrir y comprender las leyes naturales, desnudas de toda interpretación mágica.
Así es el Hombre, dicotómico por naturaleza: tiene un cerebro dividido en dos, tiene una mano derecha y una izquierda, su vida tiene un pasado y un futuro, ve las cosas pequeñas y grandes, claras y oscuras, buenas y malas.
Un objeto de estudio muy interesante, sin lugar a dudas.

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