jueves, 7 de enero de 2010

CHESTER

El siguiente cuento corto se refiere a la amistad que surge entre una persona y su mascota. De manera más certera se puede decir que el vìnculo entre un hombre y un perro es menos idílica y más egoísta... el hombre busca compañía y protección, mientras que el perro busca saciar sus necesidades básicas de alimentación y un lugar donde vivir. Se sabe que los perros son tremendamente territoriales. Un perro que vive con sus dueños en una casa, piensa que éstos le pertenecen, por consiguiente, marca con su olor su territorio y lo defiende si es necesario, a morir, contra quienes invadan dicho territorio, llámese otros perros, gatos, humanos, etc. Todo se reduce a lo siguiente: nosotros creemos que somos dueños de los perros y los perros creen que son nuestros dueños.

En fin, aquí está la historia:

CHESTER

Jerry

Chester era un pastor alemán de buena pinta.

Sus padres, poseedores de un brillante pedigrí, obtuvieron reconocimientos internacionales y eran el orgullo de sus felices propietarios.

Cuando Beto lo vio en aquella jaula de alambre, puesto a la venta por el dueño de una tienda veterinaria, hubo una conexión inmediata.

El can-siendo un tierno cachorro- lo miró a los ojos y el muchacho supo desde aquel momento que sería la mascota ideal.

Beto y Chester fueron desde entonces, inseparables.

Uno dejó atrás la adolescencia y entró al período de juventud, mientras el otro crecía rápidamente para convertirse en un magnífico ejemplar de su raza.

Todos los días, luego que Beto llegaba de la Universidad, se iban al patio trasero de la casa para jugar con una colorida pelota, o salían a pasear a la alameda donde, invariablemente, Chester podía saborear un delicioso hueso que su amo compraba en una carnicería del rumbo.

Los fines de semana eran especiales.

Beto se preparaba desde muy temprano, se calzaba unos tenis deportivos y cargaba una mochila repleta de enseres.

Cerca se encontraban algunas montañas, hermosos valles y riachuelos que corrían ágilmente entre las rocas.

Chester y Beto gustaban de pasear por aquellos paradisíacos parajes.

En verdad que eran amigos inseparables.

Jamás hubo una relación de tanta cercanía entre un hombre y su perro. Eran-podría decirse- uno solo.

En cierta ocasión, Beto fue interceptado por unos maleantes quienes, pistola en mano pretendían asaltarlo; la oportuna intervención de Chester salvó su cartera y posiblemente, su vida.

Esa y otras acciones demostraron al joven que tenía en su mascota algo más que una simple compañía.

Ni siquiera el hecho de que Beto halló cierto día un alma gemela,-casi al terminar sus estudios,-erosionó aquella relación de amistad.

Es más, la novia de su amo, Carmen, era muy gentil y lo colmaba de caricias y atenciones.

Fue una etapa muy feliz para Chester.

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Llegó el momento de la boda.

Beto estaba algo nervioso y sin lugar a dudas, su perro compartía aquella inquietud, mezcla de felicidad e incertidumbre.

Una nueva vida. Una vida en común con otra persona, con una mujer que lo acompañaría por el resto de su existencia.

El día de la boda, ahí estaba Chester, al lado de su amo, meneando la cola de un lado para otro y emitiendo pequeños ladridos de alegría.

Ahí estaban él y su amo, en un período crucial para ambos.

Sólo lo extrañó durante la noche de bodas. Por vez primera en muchos años el noble can dejó de recibir toda la atención de Beto y eso lo puso algo triste.

Se deslizó furtivamente al interior de su casa de madera colocada en el patio y se arremolinó en el suelo hasta quedar plácidamente dormido.

Pasaron los meses y Carmen dio señales de estar embarazada.

Era lo mejor que podía pasar. ¿Qué faltaba en la vida de Beto? Tenía un buen trabajo, una bonita casa campestre, un coche deportivo del año, una esposa hermosa y un perro fiel.

El nuevo integrante de la familia llegó por fin. Un niño rozagante, bello, de grandes ojos azules, igualitos a los de su papá.

La atención de la pareja se centró inmediatamente en el bebé.

Poco a poco, el cariño de Beto se trasladó hacia el pequeño, como es natural, y las salidas al campo con Chester se espaciaron.

Recluido en su casa, Chester era mudo testigo de la felicidad de aquel hombre, pero algo en su interior se rebelaba.

¿Porqué ahora todo era tan diferente?

Beto notaba el sutil cambio en el animal, sus celos perrunos, pero toda su vida giraba ahora en torno a su familia, su mujer, su hijo, y lo demás era secundario.

Cierto día, cuando el bebé dormía plácidamente en su cuna, Beto y Carmen salieron un momento al patio para preparar la parrilla donde esa misma tarde cocinarían unos jugosos bisteces.

Repentinamente, escucharon el llanto desesperado del niño y Beto corrió al interior de la vivienda, seguido por su esposa.

Aún no llegaban al cuarto de la criatura, cuando vieron en el quicio de la puerta la figura imponente del pastor alemán, con el hocico y las patas llenos de roja sangre.

El hombre pensó lo peor.

Se fue rápidamente al clóset, tomó su escopeta que siempre tenía cargada, apuntó al pecho del animal y disparó a boca de jarro.

La carne de Chester se abrió dolorosamente al contacto de la bala e inmediatamente cayó al piso, sin emitir un solo ruido.

Antes de morir, los ojos del can se posaron sobre los de Beto, como en aquel momento en que se vieron por vez primera y sintieron una inmediata identificación.

Con lágrimas en los ojos, Beto se dirigió a la cuna del pequeño y lo que vio lo dejó perplejo: sobre las blancas sábanas estaba el niño, sano y salvo… y sobre el piso, una peligrosa serpiente, completamente desgarrada. FIN.

lunes, 4 de enero de 2010

El siguiente reportaje fue publicado en el periódico "LA PRENSA" de Reynosa en el 2006 y trata sobre la odisea que tienen que pasar los miles de migrantes de Centroamérica y del sur del país para llegar a la frontera norte, a bordo del ferrocarril.
La ruta del dolor
* El drama que viven diariamente cientos de migrantes mexicanos que son deportados de Estados Unidos, no es nada comparado con lo que viven millares de desesperados centroamericanos, en su intento de cruzar nuestro país y llegar a la frontera norte


JESUS RIVERA

LA PRENSA /REPORTAJE


Así fue constatado personalmente por un grupo de defensores de los derechos humanos, quienes documentaron en Tapachula e Hidalgo, Chiapas, una serie de hechos poco conocidos acerca del trato que las autoridades de México dan a los extranjeros ilegales.
Para empezar, en Tapachula existen centenares de “casas de seguridad” a lo largo de las vías del ferrocarril.
Son cuartuchos miserables que sirven a los coyotes para mantener ocultos a los migrantes hasta que llegue el momento justo de abordar el tren...sin pagar boleto.
Algunos se arriesgan a ir sobre el techo, otros en el estribo de los vagones, y los que corren con más suerte, en el interior de los compartimientos.
La ruta que sigue el ferrocarril inicia en Tapachula, sigue hasta Coatzacoalcos, Tampico, San Luis Potosí y Monterrey, hasta llegar a Nuevo Laredo o Reynosa, desde donde intentarán cruzar hacia los Estados Unidos.
Muchos ni siquiera saben su destino. Algunos llegan al Distrito Federal o a Guadalajara, donde son detenidos por Migración y devueltos a Tapachula donde existe una de las estaciones migratorias más grandes del país.
Ahí se hacinan cientos o miles de frustrados migrantes que buscarán en la primera ocasión que tengan, embarcarse nuevamente con rumbo a la frontera norte.
En poblaciones como El Carmen, Guatemala, limítrofe con Hidalgo, Chiapas, los “coyotes” o “polleros” trasladan sobre las aguas del Río Suchiate a sus clientes a bordo de improvisadas balsas, hechas con cámaras de llanta sobre las cuales se amarran varias tablas.
En Hidalgo, existe una oficina donde se contrata a trabajadores centroamericanos en un programa que les permite laborar en las fincas de la región. Los dueños de esas fincas, posteriormente, “venden” el permiso a los “coyotes” quienes a su vez los utilizan como justificación para que puedan permanecer en el país mientras cruzan territorio mexicano.
Los migrantes de Guatemala, Honduras y El Salvador son víctimas del abuso de delincuentes y autoridades mexicanas, durante el trayecto.
José Alfredo López Godínez, oficial responsable de la Oficina de Atención al Migrante de El Carmen, Malacatan San Marcos, Guatemala, asegura que “debido a la crisis económica que hoy en día se vive, se ven obligados a migrar en busca del famoso “Sueño Americano” y que en el transcurso del camino se convierte en su peor pesadilla, ya que por el hecho de andar buscando un mejor futuro para ellos y sus familiares, son objeto de múltiples abusos por parte de las diferentes autoridades, delincuencia común y de los polleros o coyotes”.
En un monitoreo efectuado por esa oficina a los migrantes deportados de México, se establece que los riesgos que pasaron son principalmente hambre, frío y deshidratación, en el 65% de los casos, y riesgo de perdida de la vida durante el abordaje del tren (35%).
El 62% manifestaron que fueron víctima de abusos mientras que el 38% mencionó que no.
“Consideramos que esto se debe al temor de expresarlo”, señala López Godínez.
En cuanto al tipo de abuso, reporta-ron intimidaciones (8%), abuso de autoridad (25%), estafa (8%), amenazas (2%), agresiones físicas (14%), robo (19%) y agresiones psicológicas y verbales (24%).
Los responsables de esos abusos son: agentes de migración (49%), agentes de aduanas (2%), delincuencia común y maras (26%), policías en sus diferentes niveles (21%) y Naval Mexicana (2%).
“Es alarmante y terrible -agrega- que las propias autoridades de Migración sean los responsables de estos abusos, ya que en diversas ocasiones se dedican a estafar a los migrantes pidiéndoles cantidades de dinero por dejarlos salir de los lugares de encierro, a la vez no pudiendo identificar que tipo de policías son los que cometen estafa y el delito de cohecho, pidiéndoles dinero o quitándoselos, estas cantidades oscilan entre 300.00 y 3,000.00 pesos. En relación a las personas que cometen ese tipo de abusos, 90% son mexicanos y 10% guatemaltecos”, agregó.
De enero a junio de este año, el Gobierno Mexicano deportó a un total de 97,795 personas, de las cuales, 36,821 eran guatemaltecos, 20,546 salvadoreños y 40,428 hondureños.
El hecho de que el 85% de ellos sabe leer y escribir “desmiente la teoría de que solo los analfabetas van en busca de una vida mejor”, asegura el funcionario.
El 59% de los encuestados dijeron tener solamente la primaria, 17% secundaria, 21% con nivel diversificado y el 3% son profesionistas.
“Esto enmarca la tendencia de que la estructura económica en (estos países) golpea no solo a la clase paupérrima sino también a los profesionales que en un momento determinado luchan por salir adelante”, apuntó López Godínez.
La oleada de migrantes centroamericanos, a pesar de los riesgos y peligros que los acechan en la ruta hacia el norte de México, afecta ya la estabilidad social y económica de la región.
Quienes no logran pasar hacia los Estados Unidos se quedan por tiempo indefinido, ya sea en los albergues, en las bancas de las plazas o en casas abandonadas. Algunos se dedican a la delincuencia y otros logran colocarse como vendedores informales mientras llega la oportunidad de volver a intentarlo.